Aracnofobia
(1990)
–de la que solo recuerdo al personaje del exterminador–, La isla de las cabezas cortadas (1995) –llena de explosiones ‘made
in’ Renny Harlin–, The Quest (En busca de
la ciudad perdida) (1996) –el debut de Jean-Claude Van Damme detrás de las
cámaras–, La momia. La tumba del
emperador dragón (2008) –monopolizada por unos insulsos efectos digitales–,
Venganza (2008) –un inesperado
‘placer culpable’–, Arrástrame al
infierno (2009) –la vuelta al terror del mejor Sam Raimi–, Mi vida en ruinas (2009) –más
entretenida que otras muchas supuestas ‘comedias’ románticas–, The Amazing Spider-Man (2012) –me
aburrí tanto que preferí ahorrarme la secuela–…
Independientemente de su fecha de estreno y de cuánto disfrutara de ellas, todas estas películas tienen para mí una conexión muy especial: las vi en los Cines Terraza de Aguadulce (Almería), como tantas otras, en sesiones dobles y a un precio más asequible que el de casi cualquier otro multicine del territorio nacional. Aunque con el paso del tiempo fui reduciendo el número de visitas, en mi infancia y adolescencia acudir a ‘Las Terrazas’ era uno de los grandes acontecimientos del verano; una forma barata, entretenida y lúdica de disfrutar de mi mayor pasión, y en una franja horaria durante la que no solía acudir nunca a la pantalla grande –siempre he sido de ir a la primera sesión.
Independientemente de su fecha de estreno y de cuánto disfrutara de ellas, todas estas películas tienen para mí una conexión muy especial: las vi en los Cines Terraza de Aguadulce (Almería), como tantas otras, en sesiones dobles y a un precio más asequible que el de casi cualquier otro multicine del territorio nacional. Aunque con el paso del tiempo fui reduciendo el número de visitas, en mi infancia y adolescencia acudir a ‘Las Terrazas’ era uno de los grandes acontecimientos del verano; una forma barata, entretenida y lúdica de disfrutar de mi mayor pasión, y en una franja horaria durante la que no solía acudir nunca a la pantalla grande –siempre he sido de ir a la primera sesión.
La isla de las cabezas cortadas (1995)
Aún hoy disfruto del ritual que
supone acercarse a estas veteranas salas: los nervios por no llegar tarde a la
taquilla; las mareas de gente con su cojín a cuestas; la marabunta de
espectadores que suele formarse en la sección de refrescos, palomitas y
bocadillos; los malabarismos para lograr ver las dos películas más interesantes
de las ocho posibles –siempre que la segunda no empiece antes de que termine la
primera–; el encontrarse, de vez en cuando, con ese compañero de colegio o
instituto al que no ves desde hace años; la ilusión de dar a conocer ‘Las
Terrazas’ a aquellos familiares o amistades que vienen a pasar el verano en
Aguadulce; los ojos cansados a las dos o tres de la madrugada; etc.
El pasado viernes, los Cines
Terraza abrieron de nuevo sus puertas, otro verano más. Por lo que a mí
respecta, espero poder acercarme a ver alguna de las películas que he ido
dejando en el tintero –Tomorrowland
(2015), por ejemplo– o alguno de los grandes blockbusters que nos esperan durante los próximos meses –como ese Jurassic World (2015) que está batiendo
todos los récords de taquilla–. En circunstancias normales, la idea de ver una
película doblada y con las limitaciones audiovisuales propias del cine al aire
libre me echaría para atrás, pero volver a ‘Las Terrazas’ siempre merece la
pena.
Arrástrame al infierno
Publicado en La Voz de Almería, 19-6-2015
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