Ay... las salas de cine. Esos lugares en los que, aparte de disfrutar del séptimo arte, el espectador puede ver y vivir todo tipo de historias, más allá de las que tienen lugar en la gran pantalla: confusiones, pequeñas trifulcas, decisiones de última hora, situaciones incómodas, sorpresas inesperadas... No importa si estamos en los multicines del centro comercial más próximo, en una sesión de cineclub o en un festival internacional: en cualquier sala de cine, las anécdotas acechan al amante del séptimo arte cuando éste menos se lo espera; hoy me propongo hacer memoria y contar algunas de las más curiosas que ha vivido quien esto escribe a lo largo de los últimos... veinte años.
Los
padres y madres que no parecen saber a qué película llevan a sus hijos y/o
hijas darían para hablar largo y tendido. Aún recuerdo como si fuera ayer -por
poner solo un ejemplo- el día en que vi a una señora entrar con un niño pequeño
a la sala en la que, pocos minutos después, daría comienzo... Malditos
bastardos (2009). También
andaba algo desorientado -supongo- el padre que, cuando fuimos a ver Watchmen
(2009), se sentó detrás
nuestro junto a sus dos hijos de corta edad: ¿sabría aquella persona que el
largometraje contenía escenas de sexo y alta violencia -incluyendo una
violación-?, ¿o pensaría que, por ser 'de superhéroes', iba a ser una historia
para 'todos los públicos'?
Watchmen (2009)
“Es que hemos venido a ver una película
infantil. Es normal que se comporten así”. La frase la
escuché durante ¡una conversación! entre dos madres, en medio de una sesión de Frozen:
El reino del hielo (2013) mientras un grupo de niñas y niños muy pequeños
corrían por toda la sala sin prestar casi atención a la trama de la película.
Aunque no sé qué es más peligroso: si un grupo de infantes distraídos o... un
adulto adicto al whatsapp. “Tu luz molesta mucho”; esta vez fui yo quien
pronunció la frase, tras pasar media hora viendo cómo la pantalla del móvil de
uno de los espectadores de la fila de delante impedía a mis compañeros de
butaca seguir la proyección con normalidad.
Aunque me dejo fuera infinidad de anécdotas -¿quizás para una
segunda entrega?-, despediré esta columna contando una de las que suelo
reservar para los más íntimos: durante el primer año de instituto, acudí con mi
'pandilla' a la sala 4 de los Cines Imperial para ver Rescate (1996); una compañera de clase algo
aburrida se puso a hablar conmigo en mitad de la película y, a los pocos
minutos, le cambié el sitio a un amigo mío, más interesado que yo en entablar
conversación con ella. Meses más tarde, ellos dos... Bueno, esa es ya otra
historia. Hasta la semana que viene, cinéfilos y cinéfilas.
Rescate (1996)
Publicado en La Voz de Almería (19-2-2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario