Peur(s)
du noir (2007) -‘Miedo(s) de la oscuridad’- está
dirigida por un grupo de reputados dibujantes, ilustradores y artistas gráficos
procedentes de distintos países y hasta entonces sin demasiada relación con el
mundo cinematográfico. El film está compuesto por varias historias animadas en
blanco y negro, cada una de ellas con un sello estético muy particular: una de
ellas imita el dibujo en carboncillo, otra parece un cómic en movimiento y hay
incluso un segmento en el que solo se nos muestran formas geométricas. A pesar
de que no tienen un nexo argumental común, todas comparten el ‘miedo’ como eje
temático y a lo largo de ellas se abordan aspectos como el terror a la oscuridad
o a lo desconocido, el mundo de las pesadillas, la naturaleza de nuestras
fobias, las consecuencias de la violencia o los recuerdos de juventud. Recibida
positivamente por la crítica en el momento de su estreno -aunque desde ciertos
sectores se le achacó ser no tanto una propuesta terrorífica para todo tipo de
público, como una exhibición de talento artístico destinada a una audiencia muy
minoritaria-, Peur(s) du noir (2007)
contiene dos segmentos que, sin servir en última instancia como hilo conductor,
sí que profundizan en la temática central del film y se desarrollan entre cada
uno de los cortometrajes: a lo largo de la película somos
testigos de cómo los cuatro perros de caza -uno por cada historia- de un sádico
marqués del siglo XVIII atacan salvajemente a diversos individuos; y también
escuchamos por trozos el monólogo de una mujer que habla sobre sus fobias
cotidianas, desde su miedo a ser inútil para la sociedad hasta su preocupación
por las circunstancias de su futura muerte -siendo éste precisamente el
segmento acompañado por todo tipo de formas geométricas.
En cuanto a las historias
principales, la primera de ellas está protagonizada por Eric, un chico tímido
obsesionado con los insectos que, durante su época universitaria, conoce a la
primera mujer de su vida, Laura, quien comenzará siendo la mujer de sus sueños
pero acabará convirtiéndose en una presencia autoritaria y posesiva: ¿tendrá
algo que ver con aquel insecto que se escapó de un bote de cristal cuando era
pequeño y con los ruidos que, desde entonces, Eric ha escuchado detrás del
cabecero de su cama? Narrado a través de la animación 3D y utilizando
sabiamente los planos secuencia, el cortometraje de Charles Burns juega no solo
con el miedo a los insectos o a la invasión de nuestro propio cuerpo, sino
también con las ansiedades típicas que sobrevuelan casi cualquier relación de
pareja: la dependencia, los celos, el tener o no tener hijos, etc. La segunda
historia, por su parte, está ambientada en Japón y narra la historia de Sumako,
una niña hospitalizada y forzada a soñar mediante la inyección de una
misteriosa sustancia: se ve a sí misma yendo a un colegio donde es maltratada
por sus compañeros y donde conoce la leyenda maldita de un samurái; ¿pero son
solo pesadillas o tienen mucho que ver con un asesinato relacionado con la
familia de Sumako? Utilizando la animación en ‘flash’ -tan de moda en los
últimos tiempos gracias a los juegos online-, el cortometraje de Marie Caillou
es el más imaginativo y demencial de todo el conjunto, ofreciendo al espectador
un buen puñado de momentos chocantes y enfermizos, dignos de cualquier
pesadilla. La tercera historia es quizás la más decepcionante de todas:
centrado en los misteriosos acontecimientos ocurridos durante un verano de
juventud -y seguramente inspirado en los paisajes urbanos del pintor italiano
Giorgio de Chirico-, el cortometraje de Lorenzo Mattotti se limita a crear una
atmósfera bella pero inquietante.
Peur(s) du noir (2007)
La última historia, a cargo de
Richard McGuire -parte del departamento artístico de la aclamada Up (2009)-, es la ‘joya de la corona’ y
de hecho una de sus imágenes fue parte indispensable del material publicitario
de la película. Creado a partir de dibujos a mano y técnicas 3D, el
cortometraje carece por completo de diálogos pero está repleto de efectos de
sonido, los cuales ayudan a reforzar una clásica historia de fantasmas y casas
encantadas que encuentra su mejor arma en el magistral uso del blanco y negro:
un hombre fornido, calvo y con bigote -todo lo contrario al protagonista
arquetípico de este tipo de historias, al menos en el séptimo arte- entra en
una casa para refugiarse de una tormenta de nieve, pero lo que parece una
simple casa abandonada se convierte con el paso de los minutos en un entorno de
pesadilla y habitado por una enigmática presencia femenina. Es también el
segmento más emparentado con el clásico relato de terror gótico: el visitante
se dedica a investigar por los rincones de la siniestra vivienda; descansa
junto al fuego del hogar mientras degusta un vaso de vino y ojea un álbum de
fotos antiguas; sueña que alguien le ataca por detrás del sillón donde está
durmiendo -como si se tratara del cuento de Cortázar ‘Continuidad de los
parques’-; etc. Solo ya por el planteamiento estético de este cortometraje
merece la pena acercarse a Peur(s) du noir (2007), cuyo punto álgido son precisamente las escenas en que el
protagonista de esta última historia ilumina los rincones de la casa con la
tímida luz de una vela: el negro se apodera entonces de la pantalla y los
espectadores se ven forzados a imaginar lo que sucede en pantalla ayudados solo
por unas pocas líneas o formas de color blanco.
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