domingo, 6 de noviembre de 2016

Doctor Strange
















Un reparto de campanillas -Benedict Cumberbatch, Tilda Swinton, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen-, unos efectos digitales a la altura de este tipo de superproducciones, Michael Giacchino a cargo de la banda sonora, una historia y un personaje principal con muchísimas posibilidades -viajes astrales, control temporal, portales dimensionales, artefactos mágicos-… Es obvio que Marvel Studios no ha escatimado en gastos ni en ambición a la hora de plantear su catorceava película -hace ya ocho años de Iron Man (2008)-, y lo cierto es que la mayoría del público y la crítica especializada ha acogido de muy buen grado la propuesta de Doctor Strange.    

En varias ocasiones a lo largo del metraje, el superhéroe interpretado por Benedict Cumberbatch sale de su cuerpo físico y se desplaza por el plano astral; a mí me pasó algo muy parecido mientras estaba sentado en la butaca del cine, este pasado domingo. Cuando el protagonista, durante una conversación con un Maestro de las Artes Místicas, empieza a nombrar a varios cantantes famosos -Adele, Beyoncé, Eminem, Drake-, me ‘salí’ totalmente de la película y creo que no volví a entrar en ella hasta los créditos finales -quizás la única parte del largometraje que disfruté realmente, gracias al estupendo tema musical The Master of the Mystic Arts compuesto por Giacchino.


Y es que no fue el enésimo villano sin sustancia del Universo Cinematográfico de Marvel, ni la poca profundidad en el personaje principal -egocéntrico, ‘graciosete’ y poco más-, ni el hecho de ser un remake  encubierto de Iron Man, lo que más me ‘sacó’ de la historia, sino la sensación de estar presenciando un continuo festival de ‘humor blanco’ aderezado con escenas de acción y emoción. Soy el primero que disfruta viendo al protagonista de una cinta de acción pronunciar frases lapidarias y chistosas cuando el villano ya está muerto o no puede escucharle -solo el público-; pero cuando vi al Doctor Strange hacer esto mismo al final de la película, de verdad que no daba crédito. 

PD. Justo el día anterior habíamos hecho doble sesión cinéfaga en casa, revisando Truco o trato (2007) -¿un clásico del terror contemporáneo?- y Los mercenarios 3 (2014) -quizás la peor y más auto-consciente entrega de la saga-. Con ambas lo pasé muchísimo mejor que con Doctor Strange. Digo esto para dejar claro que yo veo cine, principalmente, para emocionarme, de la forma que sea: riendo, llorando, pasando miedo, liberando adrenalina…; obviamente, la última cinta de Marvel Studios no consiguió hacerme sentir nada de eso, y yo seguiré quedándome con las dos primeras películas del Capitán América.


Publicado en La Voz de Almería (4-11-2016) 

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