lunes, 14 de marzo de 2016

Trenes, películas y auriculares
















Recientemente hice un viaje en tren que duró alrededor de doce horas; no sé si a otras personas les ocurre igual, pero para mí -un obsesionado del séptimo arte- uno de los aspectos más entretenidos de este tipo de trayectos es comprobar qué títulos van asomando por las televisiones del vagón -o del autobús, en caso de escoger dicho medio de transporte-. Cuando era pequeño y viajaba en tren o autobús -lo cual ocurría con cierta frecuencia- ése era mi principal pasatiempo y, aunque ahora de adulto no me hace tanta ilusión, sigo sin perder ojo de la selección cinematográfica de turno… Aunque para ser sinceros, en pocas ocasiones acabo viendo los cintas en cuestión.   

Esta vez, al ser un viaje tan largo, tuve ocasión de ver pasar ante mis ojos tres películas y media: eso sí, de las tres televisiones solo una se veía bien y, para colmo, estaba muy lejos de mi asiento. La encargada de romper el hielo fue La historia de Marie Heurtin (2014): ambientada en la Francia de finales del s. XIX, gira en torno a la amistad entre una monja con problemas de salud y una niña sorda, muda y ciega, a la que la primera intenta enseñar el lenguaje de signos; aunque no puse mucha atención, seguí la historia gracias a los subtítulos y poniéndome los auriculares de vez en cuando; lo mejor: la austera pero bella ambientación, y las interpretaciones de las dos actrices protagonistas.

Walking on Sunshine (2014)

Cuando un par de horas después me cambié de tren -durante el transbordo- y me senté por fin en mi nuevo asiento, tuve la oportunidad de visionar la última media hora de metraje de Escobar: Paraíso perdido (2014), segmento que seguí de nuevo sin mucha atención y sin ponerme en ningún momento los auriculares -aunque miento, ya que sí los utilicé para disfrutar de la música de los créditos finales-. También recurrí a los subtítulos para seguir muy por encima la historia de Walking on Sunshine (2014), un flojo musical que decidí no ‘escuchar’ tras comprobar que sus números musicales estaban basados en canciones pop de los 80, insertadas con calzador dentro de la trama.

Finalmente, la única película para la que me puse los auriculares y que seguí con algo de interés fue la última de todas: El misterio de la felicidad (2013) -aunque solo fuera porque era argentina y ello me daba la oportunidad de apreciar las interpretaciones en su versión original-. Sencilla, simpática, con un reseñable uso del montaje y una pareja protagonista de lo más carismática -Guillermo Francella e Inés Estévez-, la película dirigida y/o coescrita por Daniel Burman no es en absoluto una obra maestra, pero me hizo terminar el viaje con un estupendo sabor de boca -y eso siempre es de agradecer.

El misterio de la felicidad (2013)

Publicado en La Voz de Almería (11-03-2016) 

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