domingo, 6 de diciembre de 2015

Cine VS televisión















Hace unas semanas, manteniendo una conversación con un nuevo amigo cinéfilo, surgió uno de los temas clave en el panorama actual de la ficción audiovisual: desde hace algunos años, parece haber más calidad en muchas series televisivas que en los estrenos cinematográficos de cada fin de semana. Por supuesto, el término ‘calidad’ y su significado están sujetos –por naturaleza– al más amplio debate, y no es menos cierto que, cuando hablamos del séptimo arte, no es lo mismo el último blockbuster hollywoodense que el cine más indie o de autor; pero, en cualquier caso, creo que no es demasiado arriesgado afirmar que, en lo que se refiere al ‘entretenimiento de calidad’, la pequeña pantalla está tomando la delantera a su hermana mayor, a pasos agigantados.

Y es que, aunque me considero cinéfilo por encima de todo –un amante de esas píldoras narrativas y emocionales llamadas ‘películas’–, esta columna bien podría estar dedicada enteramente a la pequeña pantalla y a contar mis últimos descubrimientos televisivos: hace unas semanas hablaba de The Booth at the End; la semana próxima podría hacerlo de Bloodline –tiene muchísimos puntos a destacar, pero ya solo la monumental interpretación de Ben Meldensohn justifica su visionado–; la siguiente semana, de Grace and Frankie –un nuevo Friends maduro e infinitamente más complejo y satisfactorio–; y luego podría seguir con The Fall –nunca la vida cotidiana de un repugnante asesino había sido tan interesante– o Scream –qué ‘mala’ es, tengo que admitirlo, pero qué bien me lo he pasado viendo su primera temporada…

Bloodline  (2015)

Está claro que cada medio tiene sus ‘pros’ y sus ‘contras’ –por denominarlos de algún modo–: la ficción televisiva dispone, por ejemplo, de una mayor cantidad de tiempo para profundizar en sus temáticas y en sus personajes protagonistas; y su más corta duración siempre dará al séptimo arte ese ‘algo’ especial: en sus dos o tres horas de metraje, una película puede ofrecer un mayor rango de situaciones, abrir y cerrar tramas, etc. De igual modo, yo puedo ver una y mil veces No matarás… al vecino (1989), El último Boy Scout (1991) o Amenaza en la sombra (1973) –por nombrar algunas de mis cintas favoritas–, pero no me ocurre lo mismo con la mayoría de mis series favoritas –empezando por los obvios motivos temporales–. ¿Y si lo dejamos en tablas?

PD. La próxima semana toca hablar, irremediablemente, de The Leftovers, que finaliza su segunda temporada este próximo domingo 6 de diciembre: odiada y amada a partes iguales, para quien esto escribe se ha ido convirtiendo en la experiencia audiovisual más absorbente de los dos últimos años.

Grace and Frankie (2015)

Publicado en La Voz de Almería (4-12-15) 

No hay comentarios:

Publicar un comentario